Ronda es uno de esos lugares en los que por muchas veces que vayas, nunca te cansas de estar.
Yo he estado dos veces, y tanto la primera como la segunda he quedado encantado y admirado.
No sólo por su innegable belleza, sino por su ambiente tranquilo y relajado. A pesar de estar repleta de turistas de todos los puntos del planeta durante el día, cae la noche y te encuentras con una pequeña ciudad en reposo, relajada y tranquila. Sin ruidos, fiestas o alborotos. Es completamente increíble apreciar ese contraste de movimiento.
Como nos apetecía realizar un completo tour por los lugares más emblemáticos de la ciudad de manos de alguien local que nos explicara los detalles más relevantes, escogimos a un carrocero de los muchos que hay para este menester.
El viaje nos costó 20€ por persona y duró unos escasos 45 minutos, pero mereció la pena nada más que por recorrer aquellas centenarias calles empedradas y estrechas, dirigiéndonos a los lugares más emblemáticos del casco antiguo.
Después nos dirigimos a los típicos miradores que hay frente a la ciudad, desde donde se puede contemplar con mayor claridad el Puente Nuevo, que es sin duda el monumento más emblemático y cautivador de toda la ciudad, construido entre 1751 y 1793, hace más de dos siglos. ¡Ahí es nada!
Finalmente terminamos cenando de maravilla a la luz del atardecer en una taberna típica y muy recomendable llamada Taberna Los Arcos, nada más cruzar el Puente Nuevo en dirección al casco antiguo de la ciudad.
